La #SmartCity: de la fábrica a la ciudad




El concepto de Smart City es algo muy nuevo para el ciudadano. De hecho es posible que la mayoría no conozca el término ni lo que hay detrás de él. Lamentablemente, la coyuntura social y económica obligan a pensar en cosas más del día al día. Pero no hay que olvidar que son ellos, los ciudadanos, los que realmente han de conocer el significado de Smart City. Ellos son lo más importante y la razón por la que trabajamos tan entusiásticamente en el entorno de la ciudad inteligente. Por eso pienso que debemos de hacer un esfuerzo por transmitir de forma clara y práctica el significado de Smart City, por trasladar los beneficios que este paradigma conlleva y por aclarar los miedos inherentes alimentados por una literatura distópica tan popular.
 
El futuro pasado y la Smart City
 
Si echamos un vistazo a las representaciones más habituales de ciudades del futuro, nos encontramos mayoritariamente con ejemplos que no son del todo identificativos. Y digo “ciudades del futuro” porque esa es la idea que se tiene en general al hablar de Smart Cities.
 
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No hay más que fijarse en las imágenes que acompañan habitualmente a titulares que hablan sobre ciudades inteligentes. Imágenes de urbes futuristas gigantescas, iluminadas como el cuadro de mando del Enterprise, comunicadas con carreteras extraídas de los Jetsons y plagadas de estructuras dignas del planeta natal de Superman.
Tampoco las historias que se han creado sobre el marco de estas ciudades del futuro son muy halagüeñas:
  1. Blade Runner (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick) presenta una ciudad socialmente decadente y sucia, devastada por la contaminación y saturada por una tecnología que se ha impuesto al ciudadano.
  2. Metrópolis, una película de animación basada en el comic japonés del maestro Osamu Tezuka (algo así como el Walt Disney oriental) y dirigida por Rintaro. La obra está basada de lejos en la otra obra maestra que todo el mundo conoce de Fritz Lang. En ella se presenta una ciudad futurista que divide físicamente a los ciudadanos en estratos estancos, donde los robots se ocupan de los trabajos manuales que antes realizaban los seres humanos, pero sin resolver el problema de la desocupación de esos mismos ciudadanos, creando así problemas graves de paro, pobreza y violencia. Al mismo tiempo la trama habla de Tima, un robot con aspecto de niña dotado de una avanzada inteligencia artificial, capaz de controlar el big data de todo el planeta a favor de una sola persona para controlar a las demás ciudades.
Como veis, estos son únicamente dos ejemplos (excelentes, eso sí) de distopías fílmicas que presentan un futuro fuertemente condicionante sobre la idea de Smart City. Pero si nos detenemos un momento, vemos que los problemas de los que hablan son problemas que se han dado, se dan y desgraciadamente se darán independientemente de la tecnología y del paso de los tiempos. Afortunadamente nos los presentan exagerados, pero son problemas inherentes al ser humano y a la complejidad de las relaciones sociales en un tejido vivo como es la ciudad.
Estos no son ejemplos de Smart City. Casualmente son ejemplos de lo opuesto a una Smart City. Es fascinante cómo una idea tan radicalmente opuesta a la ciudad inteligente puede llegar a ser la idea que generalmente se puede tener sobre la tecnología aplicada a la gestión de la ciudad.
 
¿Qué es entonces la Smart City?
 
Nosotros entendemos la Smart City como una continuidad lógica de la ciudad que ya conocemos. Si miras por la ventana de tu piso, seguramente estarás contemplando ya una Smart City. O una parte de ella. Desde esa ventana es posible que veas el tendido eléctrico, algún jardín público, un contenedor de basuras, varios semáforos, tapas de alcantarillado, una fuente decorativa, bicicletas, coches, la parada de autobús… todos estos elementos pueden estar gestionados mediante paradigmas Smart. Esto no es más que gestionar en tiempo real todos estos recursos y por lo tanto, hacerlo de una forma mucho más eficiente. Mediante un sistema de sensores podremos saber si el contenedor está lleno cuando pasa el camión de recogida de basuras y optimizar así su ruta, podrás saber a qué hora exacta pasa el autobús por tu parada antes de salir de casa, los jardines se regarán justo en el momento adecuado y con la cantidad de agua exacta, el equipo de mantenimiento del ayuntamiento sabrá en todo momento qué farolas tienen problemas y gestionarán mejor su trabajo, salidas y materiales, podrán controlarse con precisión las fugas de agua en las alcantarillas… y además hacerlo todo desde un mismo punto de control en tiempo real. Todo esto se traduce en un mayor ahorro para la ciudad y en una mejora de los servicios al ciudadano.
 
Qué es la SmartCity
 
Para potenciar esta eficiencia con los mínimos recursos, las cosas se deben comunicar entre ellas y con nosotros. Así es como obtendremos el máximo rendimiento y disminuiremos el coste. Esto se ha pasado a llamar “el internet de las cosas”. Es muy posible que en tu casa tengas internet sin cables (wifi) y que te puedas sentar frente al ordenador y navegar por la red, o tumbarte confortablemente mientras ojeas el periódico en la tableta y miras el televisor, muchos de ellos ya con conexión wifi, sin olvidarnos del omnipresente smartphone. Todo esto son cosas que están conectadas entre ellas y a la red, mediante el router que te ha instalado la compañía telefónica de turno. Cada una de esas cosas conectadas tienen un identificador propio y distinto al de los demás artilugios. Traslada este sistema de tu casa a la ciudad entera y tendrás “el internet de las cosas”. Existen un montón de nuevos términos que no son más que la traslación a la ciudad de la tecnología que ya conocemos o una nueva filosofía de uso de esa misma tecnología:
  1. Urban mobility
  2. Water management
  3. Waste collection and management
  4. Energy efficiency
  5. Citizen services
  6. Open data
  7. Big Data
  8. The Internet of Things
El abuso de esta terminología puede alejar al ciudadano de una realidad que ya es. O lo que es peor, causar un rechazo crónico a la Smart City muy costoso de corregir.
 
De la Fábrica a la Ciudad
 
La fábrica y la ciudad son dos conceptos que están muy ligados. Aparentemente pueden ser continentes de formas de gestión excluyentes, pero puede que se trate solo de proporciones.
 
Tradicionalmente siempre se ha tratado a la fábrica como una entidad en la que lo primero a tener en cuenta es la rentabilidad en cualquiera sus formas. Posteriormente se ha ido introduciendo, gracias al avance de la Psicología y de la sociedad, parámetros de gestión de equipos humanos que han dado paulatinamente un mayor peso al lado humano de la fábrica.
 
En el caso de la ciudad, es posible que se haya dado el caso contrario. Salvando cuestiones políticas o casos históricos concretos, siempre se ha estudiado a la ciudad desde un punto de vista de las relaciones humanas. Pero gradualmente se van introduciendo sistemas tecnológicos que ya han tenido éxito en la industria y que van convirtiendo a la ciudad en un sistema mucho más eficiente. Ver a la ciudad como a una fábrica entendemos que no es lo correcto, al igual que ver a la fábrica como un engranaje inhumano de rentabilidad (…la nueva experiencia demuestra que la industria es más rentable cuanto más humana se torna).
 
La SmartCity y la Fábrica
 
Pero no ver a la ciudad como un sistema en el que los avances tecnológicos de la industria pueden hacerla más eficiente y más confortable para el ciudadano es negar una realidad imparable. La tecnología ya la tenemos, solo tenemos que utilizarla en la ciudad como lo hacemos en la industria. A eso es a lo que llamamos Smart City. Pero una ciudad inteligente no es “inteligente” únicamente por esta traslación de tecnologías. Una ciudad es inteligente cuando además esa tecnología se usa para que el ciudadano sea más partícipe en la gestión de la urbe, como si fuera un sensor vivo, con su Smartphone como llave de esa ciudad.
 
Transparencia en la gestión participación ciudadana
 
SmartcityEs aquí donde está el verdadero reto de las Smart Cities. Ahora que ya tenemos la tecnología, queda la parte más compleja. Sabemos que la ciudad es un lugar donde conviven miles de personas. Es nuestro deber mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y hacerlos partícipes de la construcción de su entorno vital. Los gestores políticos ya se están dando cuenta de que facilitar la participación ciudadana es algo rentable en todos sus aspectos,  por ello se crean multitud de eventos y encuentros para intercambiar opiniones y experiencias Smart basadas en proyectos pilotos y planes ya muy avanzados, como el ejemplo de Santander, un paradigma de Smart City muy ilusionante o la ciudad de Barcelonao Málaga.
Nosotros, como ingenieros, ya tenemos la experiencia y la visión tecnológica, pero debemos reforzar la visión social para crear proyectos integrales que sean de verdadera ayuda y guía a los ayuntamientos que estén decididos a adentrarse en el modelo Smart City.

 

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