Risto Mejide: “La mejor campaña publicitaria de la historia se llama Iglesia Católica”

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Risto Mejide (Barcelona, 1974) es director creativo de profesión, jurado televisivo por accidente y escritor por vocación. Su trabajo en Operación Triunfo y Tú Sí Que Vales le ha convertido en un icono mediático y divisorio. Pero debajo del personaje y de las gafas hay un ser humano cálido, tierno e inseguro, de vasta cultura y con una historia desconocida y apasionante, muy alejado de la imagen que tanto ha luchado por crearse. Quedamos con él en un restaurante japonés donde nos sirven un sushi tan crudo y sabroso como sus opiniones. Decidimos no hablar de Annoyomics, su último libro (Gestión 2000, 2012), porque de todas formas va a vender a puñados. En su lugar desnudamos al ser humano, al amigo, al que nunca se ha visto antes en ninguna entrevista.
Abordar cualquier entrevista contigo es extremadamente complejo. ¿Qué es para ti un prejuicio?
Una oportunidad de actualización.
¿Y si el prejuicio es sobre ti?
Una enorme oportunidad de actualización.
Cualquiera diría que luchas a brazo partido por una imagen muy definida, divisoria. Bandera discutida, que diría aquel.
Creo que el máximo peligro, la gente más peligrosa ahora mismo (en comunicación, en política, en lo que sea) es la gente indefinida. Definirse es tener una causa, y yo creo en la gente con una causa incluso aunque sean contrarias a aquellas en las que yo creo. La gente que no se define es porque tiene miedo a molestar. Aquellos que me vienen diciendo que no tienen enemigos o que le caen bien a todo el mundo me hacen desconfiar profundamente.
Muchas veces, cuando se te presenta en televisión, se hace como “Risto Mejide, publicista”, o “Risto Mejide, jurado”. Sin embargo, muy pocos conoce a la persona real, en buena parte por que a ti no te da la gana.
Claro, eso es porque yo he elegido qué partes de mi vida comparto y cuales dejo fuera.
Una vez me dijiste que hace quince años eras gilipollas. ¿Qué ha cambiado en tu vida para que dejes de serlo?
¿Quién te ha dicho que he dejado de serlo? (Risas)
Bien, dime entonces qué ha cambiado para que los que te tratamos pensemos que no lo eres.
Igual lo que ha cambiado es que ahora soy consciente de que soy gilipollas. La idiotez es inherente a ser algo en la vida. Cuando alguien pretende llevar a cabo un proyecto de cualquier tipo debe ser bastante idiota ANTES de empezarlo. También el éxito de cualquier tipo implicará que mucha gente piense que eres gilipollas. Ahora no tengo ningún problema en asumir todas mis carencias. Igual hace quince años cuando empecé en la publicidad, o cuando empecé en televisión, o cuando empecé a escribir, que era todo un terreno virgen, no tenía esa capacidad, o no lo habría hecho…
Has declarado en ocasiones que cuando quieras dejar la tele te quitarás las gafas y nadie te reconocerá por la calle. ¿Eso es como lo de Superman y Clark Kent pero al revés?
Sí, pero sin superpoderes. Si me las quito no me reconoce casi nadie. Afortunadamente la tele no tiene memoria. Todos los que hoy te piden autógrafos por la calle mañana no estarán, y no pasa nada. La gente sigue su vida. Además mi fama es intermitente, son tan importantes los periodos en los que estoy en la tele como en los que no estoy, y eso es lo que yo tengo que administrar, para no cansarme yo o la audiencia. Y lo que hago a nivel público no es relevante: no salvamos vidas, ni afectamos a la economía, ni cambiamos gobiernos. Por tanto es bueno, lógico y deseable que tenga un principio y un final.
¿Te lo has planteado a corto plazo? O mejor dicho, ¿tanta exposición mediática no tiene un efecto sobre la vida personal?
Sin duda tiene mucho efecto en la vida personal. No sé quien definió a un famoso como “un tío normal que no puede hacer cosas normales”, pero andaba muy acertado. Yo sé que en los momentos de presencia máxima no puedo ir a la playa, despelotarme y ponerme a tomar el sol. O si lo hago, me atengo a las consecuencias. Tampoco puedo ir tranquilamente con mi hijo por la calle, porque me harán una foto. Y como, desgraciadamente, conocen tan bien los límites de la legalidad, pixelarán la cara del niño lo justo para poder sacarlo (Se encoge de hombros con resignación).
¿Te ha sucedido como a Mourinho, a quien su mujer le manda quedarse en el coche cuando va a comprar el pan?
Claro, me dicen “quédate que ya voy yo”. El que no hace nada para variar su vida siendo conocido es un inconsciente. No me imagino a ningún presidente del Gobierno yendo por la calle sin escolta, por ejemplo.
Igual a ti te haría falta, también. Te recuerdo que una señora te lanzó una lechuga la primera vez que saliste por la tele.
Una pena de lechuga. En fin, soy consciente de todo y lo llevo lo mejor que sé. Soy consciente de que me lo he buscado, también. No voy por ahí diciendo que me lo he encontrado, qué injusto, y tal… No. El día que sales por la tele y más con 32 años que empecé, era consciente de lo que había. Sabías a lo que venías, macho.
Pero ese no era tu objetivo, tampoco.
Jamás. La fama, también en mi caso, ha sido un camino rápido para poder cumplir mi sueño, que es poder escribir. O mejor dicho, para poder publicar, porque escribir ya escribía. Empecé a trabajar para marcas como copy, como redactor. Lo que pasa es que cuando uno no tiene tanto talento como para ser (cita a un escritor español cuyo nombre queda inaudible en el barullo del restaurante) tiene que tomar atajos, y la tele ha sido uno de ellos. De hecho ahora me encuentro en la situación contraria. Recuerdas que el otro día salíamos de un restaurante y tres adolescentes se nos acercaron…
Yo creí que iban a pedirte un autógrafo y resulta que no eran españolas, no sabían quién eras y solo preguntaron una dirección.
Eso es lo que echo de menos. La fama no es nada, solo es aire, no tiene nada dentro ni sirve para sustentar nada, y tan fácil como viene se va. Y además dificulta lo que yo quiero hacer. Escribir es observar, algo que ahora me resulta mucho más difícil. Yo antes caminaba por la calle y me dedicaba a observar a las personas, algo que me encanta hacer. Las miradas de la gente son ventanas abiertas a su vida. Y ahora no lo hago porque cuando nuestras miradas se cruzan noto como esta se modifica, y eso me molesta porque noto como de observador has pasado a ser observado.
De todas formas, y por dudar un poco de tu honestidad, hubo una vez en la que te marcaste un Lucía Etxebarría. Dijiste que dejabas la tele pero diez meses después estabas de nuevo en un reality.
Y no una vez, sino varias veces. Siempre he estado a punto de dejarlo y creo que por eso vuelvo, porque quiero ser prescindible y que la tele sea prescindible en mi vida, por lo que el botón de escape tiene que ser muy fácil de pulsar. Al fin y al cabo llegué a ella por casualidad.
Tal vez la gente entendiese mejor tu participación en programas de talentos si conociese la historia real de cómo tú mismo intentaste triunfar en Hollywood. Háblanos de lo que sucedió y de los sacrificios que te supuso.
Vaya por delante que fue mi fracaso de mayor éxito. No logré nada pero al mismo tiempo fue el inicio de un montón de éxitos personales para mí. Todo comenzó en Barcelona en el 2000, en ese momento me fui de Euro RSCG (Lorente) por discrepancias con la dirección. Estuve trabajando un tiempo con Doctor Music, andaba en paro, perdido, buscándome la vida… Incluso fue la época en la que intenté entrar en el Centro Nacional de Inteligencia.
¡Espera, ahora eso lo tienes que contar! ¿Querías ser espía?
Tampoco es para tanto. En aquella época yo llevaba siete años estudiando chino mandarín, y vi en el periódico que necesitaban agentes que hablasen árabe o chino. En aquel momento tenía un buen nivel de chino —ahora no—, así que eché el currículum sin ninguna esperanza. Cuál no sería mi sorpresa cuando al cabo de unos días apareció en mi buzón un sobre. ¡Sin sello ni matasellos, lo cuál me acojonó mucho! Habían entrado en mi portal y dejado el sobre más discreto —y al mismo tiempo más escandaloso— del mundo, en el que decían: Sr. Mejide, gracias por su interés, nos pondremos en contacto con usted. Y luego me llamaron para las pruebas. Un tal José Manuel —sin apellido—, de qien aún conservo el teléfono (me lo muestra en la agenda) me llamó y estuve un fin de semana pasando pantallas con ellos. Hasta que llegamos a la parte del sueldo y me di cuenta de que cuando uno se imagina ser espía piensa en James Bond y puede terminar como Anacleto.
Así que te marchaste.
Sí. En aquellos tiempos yo intentaba por todos los medios trabajar con mi ídolo, el que para mí es Dios Nuestro Señor en el ámbito de la comunicación y la publicidad en este país, que es Toni Segarra. Es el mayor genio que hemos tenido en este país en este ámbito. La revista Anuncios le nombró “el creativo del siglo” y con razón. Se inventó anuncios como “A qué huelen las nubes”, “Redecora tu vida” o el mítico “¿Te gusta conducir?“ de BMW.Solo existen otras cinco personas como él en el planeta. Piensa que Ferran Adrià dice que solo idolatra a tres personas y una es Toni Segarra. Yo me había obsesionado con trabajar con este hombre, y de hecho cada año desde que empecé a trabajar le visitaba para enseñarle mi portafolio de ideas y que me diese una oportunidad. Siempre había sido un “No”, y yo seguía insistiendo. Hasta que llegó este año 2000 en que yo estaba en paro, me fui a verle y le dije: “Yo no voy a pedirte que me contrates, yo voy a pedirte que me dejes trabajar gratis. Pero necesito pagar las facturas, así que págame un sueldo y si en seis meses no estás satisfecho, pido un crédito y te devuelvo hasta el último euro que me hayas pagado”.
Y te vio tan desesperado que te dio una oportunidad.
Exacto. El caso es que la primera oportunidad que me da era el concurso internacional de una cuenta de whisky…
J&B (Justerini and Brooks).
Bueno, yo no quería citar la marca, pero sí, era esa. “Queremos ganar esa cuenta y si se te ocurre alguna idea, dánosla, la metemos en el pool de ideas y lo intentamos”. Así que se me ocurrió una idea que fue la que después hizo ganar esa cuenta. Entonces pasé en pocos días de ser un pringao en paro en mi casa a ser el director creativo a nivel internacional de una marca. Y me encontré en Escocia, un fin de semana, en el castillo de la marca, en una reunión con todos los directores creativos regionales. Durante este fin de semana tuve el dudoso honor de tener que probar 180 whiskies en 48 horas. 180 whiskies. Tú haz una cata de diez whiskies y al décimo no sabes cómo te llamas, imagínate 180…
¿Escupiendo?
Sí, sí, en teoría… (risas). Y todo esto con un kilt, así que además con las pelotas aireándose. El caso es que cuando ya llevábamos no sé cuántos me encontré con el director del área de México, un colombiano genial que es el tío más chalado con el que me he topado en la vida. Era nieto de uno de los escultores de Adolf Hitler e hijo de lo más parecido a un Premio Nobel de Ecología. Un tío con una vida familiar y una historia apasionante al que le cuento una idea que yo tenía para una serie de televisión ambientada en el mundo de la publicidad, años antes de que existiese Mad Men. Y el colombiano me dijo “¡Me encanta esa idea! Dame parte de ella y yo dejo mi trabajo en la marca, me marcho a Los Ángeles a conseguir financiación para que se haga”. Yo no tenía nada que perder, estaba borracho y con las pelotas al aire, así que le dije “Llámame cuando tengas la pasta”. ¡Pero se lo decía de coña! Pero el caso es que al cabo de tres meses recibí una llamada del colombiano diciéndome: “Estoy en Miami viviendo en un piso, te estoy esperando”. Y así fue cómo un 17 de noviembre de 2003 me fui a vivir a Miami con un colombiano al que no conocía de nada, había visto solo una vez y borracho. Viví con él en un piso minúsculo y sin muebles, durmiendo en el suelo, malcomiendo y luchando y peleando por cada reunión durante muchos meses. Por eso me hace gracia cuando los concursantes de los realities a los que se mete en hoteles de cinco estrellas se quejan de lo duro que es todo. Al final la búsqueda de mi sueño fue un fracaso porque la serie no cuajó, pero por el camino gané un montón de experiencias y todas, absolutamente todas, fueron un éxito aunque no lo supiese ver en aquel momento.
La palabra arrogancia viene del latín arrogare, o reclamar para uno mismo. ¿Qué es lo que reclamas para ti cuando emites un veredicto?
Reclamo la misma honestidad y el respeto con los que yo actúo. Que lo mismo que doy lo reciba.
¿Consideras que les haces un favor a los demás poniéndolos enfrente de lo peor de sí mismos?
Si hay una cámara delante sí, si no, no. Como tú bien has dicho cuando reclamo, sube la audiencia, y entonces les estoy haciendo un favor a los concursantes ya que aumento su visibilidad. Para eso me pagan, para ponerme delante de alguien y sacarle los defectos, verlos y a partir de ahí trabajarlos, que esa es la parte que nadie aprecia. La cantidad de frases buenas que yo le digo a la gente no sale en los zappings.
¿Te has equivocado alguna vez?
Muchas. Y me he arrepentido, y no me ha preocupado lo más mínimo decirlo en directo, aunque eso venda menos. Es más, me alegro cuando alguien me hace rectificar, porque eso es el principio de muchas cosas, entre otras cosas de enamorarse.
Tu vida está indisolublemente ligada al mundo de la música. ¿Cuánto hace que no tocas una tecla?
Cuarenta y ocho horas. Disfruto, me relaja muchísimo tocar el piano y la guitarra también. Pero no lo voy a compartir nunca porque no creo que tenga nivel para ello. Mi primera nominación fui yo mismo. Cuando hace muchos años comencé a tocar en un grupo, me analicé a mí mismo y a los demás y me di cuenta de que no daba la talla. Y me eché, disolví el grupo. Y la prueba de que era la decisión correcta es que desde ese mismo momento todos empezaron a triunfar en el mundo de la música, lo que deja claro que el problema era yo. A mí la naturaleza me ha dotado de un oído muy bueno. Escucho un desafine y me duele en el alma. Pero tengo cero capacidad de interpretación. Soy muy mal pianista, muy mal guitarrista y muy mal cantante. Pero tengo criterio.
¿Tienes pena de que no se cumpliese ese sueño?
No, para nada. Estoy muy lejos de la figura del músico frustrado. De hecho para mí la máxima realización de mi sueño musical tuvo lugar en 2009, cuando produje el disco de Virginia Maestro, la ganadora de OT de aquel año. De las diez canciones nueve eran mías. Las había compuesto, las guardé en un cajón durante años y, gracias a la tele, encontré la cantante que hacía falta en mi grupo. Y encima me reuní otra vez con uno de ellos —que ahora es uno de Los Pinker Tones— y le dije “¿Quieres producirlo tú? Sería muy bonito cerrar esa etapa de esta forma”. Así que lo hicimos, y ese fue el segundo disco más vendido, vendió la friolera —ahora— de 20.000 copias, y gracias a ello esta chica tuvo una carrera musical. De hecho ahora creo que está preparando el tercer disco. Para mí ser feliz no es el cumplir los sueños que tenías cuando eras pequeño sino el cumplir la actualización de esos sueños. Si nos quedásemos con los sueños que teníamos entonces ellos querrían ser todos futbolistas y ellas todas veterinarias. Actualizar tus sueños es parte de la felicidad. ¿Yo que quería cantando? ¿Quería salir al escenario o quería que la gente escuchase mis canciones?
¿Qué música escuchas actualmente?
(Saca el iPhone del bolsillo y nos muestra la música que lleva comprada o listada en Spotify. OrishasJavier Álvarez,PortisheadBon Jovi… y ¡Julio Iglesias!).
Me gusta mucho Vanessa Martin, es una cantautora muy poco conocida de este país a la que conocí tras verla en un concierto y tiene un talento brutal. Tiene una canción alucinante que te recomiendo que escuches en un día de lluvia, se llama Durmiendo Sola. Si no te cortas las venas con esa canción, no tienes sangre.
Vale, pero lo de Julio Iglesias me lo tienes que explicar.
Es mi vicio inconfesable. El otro día se lo decía a los técnicos y a mis compañeros de Tú si que Vales y flipaban. Disfruto como un enano con las canciones de Julio Iglesias, me parece que es el Frank Sinatra español pero sin voz. Es algo increíble lo que ha hecho este hombre. Además tuve la oportunidad de conocerlo cuando vino a una edición de OT. Te voy a contar una anécdota que me había guardado hasta ahora. Gala de OT, aparece Julio Iglesias con su aura de X millones de discos vendidos, nuestro artista más internacional y tal. Y llega donde está la gente de producción, en mitad de todo el barullo, cincuenta personas corriendo de un lado para otro. Y desde el otro lado de la sala me señala con el dedo y me dice… “¡Tú!”. Te juro que en ese momento se paró el tiempo. Todo el mundo dejó de correr, se quedaron como congelados mirando hacia él, temiéndose lo peor. Y me dice “Ven, ven”. Obviamente si Julio Iglesias te dice que vayas, vas. Me acerco y me dice: “Tú, a ver, ¿por qué eres tan capullo con la gente? Si me hubieras escuchado cuando yo cantaba aquello de Gweeeendolyn… (y se puso a cantar en mitad de la conversación, mientras yo rogaba que me tragase la tierra). ¿Si te hubiese encontrado en mitad del camino, qué me hubieras dicho, Risto?”. Y yo le miré, tragué saliva y le dije… “Julio, contigo me hubiese equivocado”. Se rió y me dio un enorme abrazo.
¿Es el momento musical más grande de tu vida?
(Sonríe) Sí.
(Se produce un silencio de un par de minutos mientras ambos intentamos comernos el sushi que trae el camarero. Yo, torpe, no logro manejar los palillos y acabo cogiendo el tenedor. Risto maneja los suyos con destreza, de la fuente a la bandeja y de ahí a la boca con elegancia. Finalmente abro el fuego de nuevo con una sola palabra).
Televisión.
Creo que algún día le daremos la importancia que merece. Hay un programa en la televisión catalana que se llama Alguna pregunta más, y siempre le hacen a los invitados la misma pregunta: “¿La televisión es cultura?”. Solo el hecho de que nos lo estemos planteando es un error de facto.
¿Los programas en los que tú participas son cultura?
Algo deben de tener cuando los consume tanta gente.
Respuesta de manual.
No, de manual no. De publicista. Para mí no existe lo bueno y lo malo, sino lo que vende o lo que no. Creo que ya somos mayorcitos para ir dando lecciones de moralina a nadie. Si hay un término que me horripile es telebasura.
Has declarado alguna vez que no lees ficción, solo ensayo. ¿Cómo lleva alguien como tú que no lee nunca ficción lo de haber escrito una novela —Que la Muerte te acompañe— hace un par de años? Y lo que es peor, que fuera un bestseller igual que tus dos libros anteriores.
Bien, porque en realidad era una excusa para explicar cosas que yo creo acerca de la vida. Lo que sucede es que no tengo suficiente entidad como para escribir un ensayo sobre estas cuestiones. Por eso la ficción fue un refugio para explicar lo que considero importante sobre la amistad, sobre los hijos, sobre el amor. Y así perpetré la novela. La estructura estaba basada en La Divina Comedia, solo que en lugar de los siete círculos del purgatorio, el protagonista recién fallecido se movía, acompañado por la Muerte, por las siete plantas de El Corte Inglés. En cada planta se discute, se habla, se abre un monólogo que permite al protagonista, si lo hace bien, ascender a la siguiente planta.
Dice el filósofo francés Comte-Sponville que el sexo es una escuela de humildad, sobre todo para el hombre. Tú has dicho muchas veces que no eres humilde. ¿Te falta de esa escuela, entonces?
Seguro, y además siempre estoy dispuesto a aprender. Procura estar con una mujer que sepa mucho más de sexo que tú. De todas formas yo no soy quién para llevarle la contraria a Comte-Sponvile. De hecho su Pequeño tratado de las grandes virtudes es uno de los libros que espero leerle algún día a mi hijo.
¿Has leído Velocity, de Ahmed Ajaz?
Sí, es un libro escrito en forma de conversación entre el vicepresidente de la rama digital de Nike y el fundador de la agencia AKQA. Habla de las reglas que van a imperar en este nuevo mundo digital. Es sorprendente ya desde su tesis de apertura: ¿Hacia dónde puedes ir cuando la única certeza es el cambio? Pues hay que dominar nuevas normas: velocidad para pensar deprisa y actuar aún más deprisa; dirección, para orientarte a una meta; aceleración, disciplina…
Tú como publicista vives inmerso en ese cambio que ha supuesto lo digital.
No solo los publicistas sino tú como escritor o todo aquel que produzca contenidos. Es algo que preocupa inmensamente a todo el sector y sobre lo que aún nos falta mucha experiencia para poder analizar. Es una transformación absolutamente copernicana. Igual que cuando en tiempos de Copérnico se trasladó el centro de la Tierra al Sol, ahora mismo se está trasladando de los medios a los consumidores el poder de distribución de contenidos. Y de repente esa tontería lo cambia todo. De repente la gente ya no tiene que verte por obligación, no basta con que estés ahí. La gente puede decidir evitarte, y cada vez con más facilidad. Y eso es un drama, por un lado, porque derrumba estructuras obsoletas, y por otro lado es una oportunidad. Dice Toni Segarra, que insisto que es un tío al que se debería escuchar mucho más que a mí, que estamos pasando de las estructuras que generan ideas a las ideas que generan estructuras. Creo que es una bella manera de concretar el cambio.
Leí el otro día a Enric González decir que el periódico en papel es una excentricidad.
Yo no me atrevería a matar a McLuhan, pero sí que es cierto que el medio ya no es el mensaje… hasta que vuelve a serlo. Piensa en el caso de @FacuDiazT y su #DepMajestad, que revolucionó la red y obligó a El País a sacar un editorial al día siguiente. Un caso de libro en que el medio vuelve a redefinir el mensaje, así que tal vez habíamos matado a McLuhan demasiado pronto. Igual la inmediatez absoluta es el nuevo medio.
Hubo un tiempo en que todo era presente”. ¿Recuerdas quién dijo esta frase? (es de él mismo, de una carta a su futuro nieto).
Ufff, cierto, de los artículos que escribía en el blog hace años… No había ni siquiera Twitter entonces. Es cierto, ese es el sentimiento que nos define ahora mismo: todo es presente. Olvidamos, no vemos más allá del punto en el que estamos, carecemos de perspectiva.
Hablando de ideas que generan estructuras… tienes más de un millón de followers en Twitter. ¿Mucha responsabilidad?
Cualquiera que tenga un nombre propio tiene una marca, y mi única responsabilidad es que esa cuenta me represente, independientemente del número de seguidores que tenga. También me equivoco y cometo cagadas, como el otro día que bloqueé a David Bravo no recuerdo por qué, y luego me arrepentí. La gente me comenzó a dar con toda la razón del mundo y lo desbloqueé, había sido un error. La mía es una cuenta honesta, y eso es lo que aprecia la gente.
¿Qué significa ser catalán?
Venir de Cataluña. Como decía Serrat, “yo soy de donde comen mis hijos”.
Te he escuchado en alguna ocasión decir que te repugnan aquellos que te piden que te signifiques a favor o en contra de la independencia. Que tu lugar para significarte son las urnas.
La única razón para que me cabree esto es la falta de respeto. Es como si fuéramos preguntándole a la gente con quién se acuesta. ¿Qué más dará si se acuesta con un hombre, con una mujer o con un ficus? El lugar para significarse es la cama, y para el voto, las urnas.
Pero estás pidiendo unas urnas, entonces.
Y ya están puestas, el día 25 se fue a votar. ¿Las otras urnas? Ya veremos. Depende de quién gane y cómo gane.
Tu mujer te define como un romántico, alguien que para en el arcén cuando suena una canción que os gusta y que la saca a bailar en mitad de la nada.
Bueno, eso tiene dos motivos. En primer lugar que tenía que enamorarla, y el romanticismo es el mejor método. Y en segundo lugar que no era un arcén sino un camino de tierra, con lo cual no corría el peligro de que nadie me viese bailar, cosa que hago bastante mal.
A lo que iba es que alguien romántico conocerá el Weltschmerz, el dolor romántico del mundo. Es el término acuñado por Jean Paul que expresa la sensación que una persona experimenta al entender que la realidad nunca podrá acercarse al mundo deseado tal y como uno la imagina.
¿Por qué estos términos siempre son en alemán? Estos tíos son unos genios compactando conceptos, como elSchadenfreude, la alegría por el mal ajeno. En fin, ¿sabes qué? Lo importante del Weltschmerz no es el sufrimiento, sino el movimiento que tú hagas usando ese sufrimiento como combustible para poder acortar la distancia entre la realidad y el ideal.
¿Cómo sientes tú ese dolor? Mejor dicho, ¿qué cambiarías?
Ya lo hago todos los días, me explico. Cada persona que monta una empresa está haciendo algo por mejorar el entorno. Yo como emprendedor nato creo que el emprendedor aporta su granito de arena.
Tú eres empresario, creaste una productora y una agencia de publicidad justo cuando empezó la crisis. Y ahora la publicidad va mal. Tienes que echar gente a la calle.
Sí, tenemos que reducir la plantilla. Y es duro. Duermo tranquilo porque a todo el mundo que ha pasado por la agencia le hemos dado el máximo, la máxima indemnización, el máximo preaviso, cartas de recomendación, llamadas. Sin ERE, ni todas estas leyes en las que se escudan ahora muchos. Porque cuando tienes que despedir no porque alguien haya hecho algo mal sino simplemente porque no hay mercado, la gente lo entiende.
Por Jot Down pasó Buenafuente y dijo: “En este país,  si eres empresario, de entrada creen que eres un hijo de puta”.
Sí, lo leí. Creo que se es injusto generalizando. Hay empresarios hijos de puta pero también hay trabajadores hijos de puta. No por ser empresario se es María Teresa de Calcuta o viceversa.
Lo siento pero voy a obligarte a significarte. ¿Existe un futuro sin tomar las calles?
No.
¿Aquellos que sufren la injusticia son demasiado educados?
Al contrario, creo que a la gente se le están hinchando las razones cada vez más, lo cual es bueno y deseable. El poder absoluto es la ausencia de molestia. Cuantas más molestias e incordios tenga el poder más lejos estaremos del poder absoluto. Y la gente ha dejado de creer en los políticos.
Cierto, ¿por qué cada vez tienen peor imagen? ¿Y por qué las campañas de los partidos políticos son tan malas?
Son malas porque, a pesar de tener las mejores agencias y creativos a su disposición, cada campaña es tamizada por el filtro del comité del partido. Y todos sabemos que un camello es un caballo diseñado por un comité. Desde un punto de vista técnico, la disciplina del partido no debe estar también en las campañas. Ahora bien, yo me alegro de que así sea, porque de lo contrario lograríamos vender cosas invendibles.
¿Pero y aquello de que ninguna campaña de publicidad vende un mal producto?
Tal vez habría que matizarlo un poco. No vende un mal producto… dos veces. Habría gente que podría verse seducida y hasta la siguiente decisión de compra podríamos tragarnos cuatro años de mal producto.
¿El gobierno de Mariano Rajoy es un buen producto?
(Se queda callado un minuto largo) Estaba pensando una razón por la que este gobierno pueda ser un buen producto, pero no se me ocurre ninguna.
Dice Bassat, al que entrevistamos hace tiempo, que la mejor campaña publicitaria de la historia es el Yes We Can. Tú siempre has sido más de Lorente que de Bassat, pero aquí reconocerás que tiene razón.
En absoluto estoy de acuerdo. La mejor campaña publicitaria de la historia se llama Iglesia Católica.
¿Qué estarías dispuesto a hacer por robarle un cliente a la competencia?
Dar mejor respuesta a sus necesidades. Yo me he llegado a alegrar de que me quitasen un cliente porque me lo han quitado con una mejor campaña que la que yo estaba proponiendo. Y no por perderlo, ojo, eso sería falso. Me he alegrado porque me han dado una lección como un piano. Es como si viene un tío que es más alto, más guapo, más ingenioso y más inteligente que tú y se lleva a tu mujer. Entonces lo que te queda es aplaudir. No te puedes dormir nunca.
¿Qué no anunciarías nunca?
Una cosa que no anunciaría nunca y que espero no tener que hacer porque significaría que estoy muy desesperado son juguetes. Básicamente se trata de manipular a niños para que le pidan cosas a sus padres. Yo sería capaz de vender cualquier cosa, hasta drogas. Pero que adultos manipulen a niños me parece repugnante.
¿Qué te gustaría anunciar que no hayas hecho?
Barcelona.
¿Qué tiene Barcelona que no tenga Madrid?
Unos juegos olímpicos, para empezar. Pero bueno, Madrid tiene “casi cuatro”.
¿Por qué el Barça es más que un club?
Soy del Barça desde que mi abuelo me llevaba a ver al Barça. Él tenía uno de los primeros carnets, del año 20 o así. Y sin embargo cuando yo nací no me quiso hacer del Barça porque dijo que el fútbol se había convertido en un negocio. El Barça es más que un club en los breves momentos de lucidez en que nos olvidamos del negocio. Es más que un club cuando apuesta por la cantera y no por la cartera. Hay una filosofía que se llama La Masía que se estudia en todas las universidades del mundo.
Tres sitios para ti imprescindibles donde comer/cenar en Barcelona.
En mi casa. En casa de mi madre. Y en casa de mis suegros.
¿Y en Madrid?
La tasquita de enfrente. Kabuki. Loft 39.
Define a estos personajes en pocas palabras o mediante un titular: Pep Guardiola.
Estratega.
Puyol.
Amigo.
Cesc.
Jugador.
José Luis Moreno.
Qué hermoso eres.
Julia Otero.
Lo sexy que puede llegar a resultar la inteligencia.
Jesús Hermida.
Añorado.
Luis del Olmo.
Maestro de maestros.
José María García.
El padre de todos aquellos a los que nos gusta molestar.
Jesús Vázquez.
Llegó a ser Jesús Vázquez.
José Luis Rodríguez Zapatero.
La distancia entre talante y talento.
Mercedes Milá.
Huracán convertido en tormenta tropical.
Jordi González.
El rey de los sábados.
Olga Viza.
El prestigio no olvida.
Ana Pastor.
Exiliada política.
Mariano Rajoy.
El funcionario con el despacho más grande de España.
Rodrigo Rato.
Aún se debe de estar riendo.
Àngels Barceló.
Periodisme amb P majúscula.
José Mourinho.
Yo con chándal.
Santiago Segura.
El mejor vendedor español de todos los tiempos.
José Ignacio Wert.
La cultura del miedo.
Artur Mas.
Expresident en funciones.
Pasqual Maragall.
Barcelona fue poderosa, Barcelona fue su poder.
 
Fotografía: Guadalupe de la Vallina


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