La ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos
Londres llama al
resto del mundo. Lo hará hoy, a partir de las diez de la noche hora española,
con una ceremonia inaugural ideada por el director de cine Danny Boyle, de la
que se conoce vagamente el hilo argumental. Sí se han filtrado algunos retazos
significativos que a primera vista pueden parecer ridículos y demasiado
heterogéneos para poder integrarse en el mismo discurso sin que se necesiten
psicotrópicos para digerirlo. Milagrosamente, también se mantiene algún
misterio importante, como debe ser en toda inauguración olímpica.
Boyle, responsable de la inquietante
'Trainspotting' y de la oscarizada 'Slumdog Millionaire', dará la salida a los
Juegos Olímpicos londinenses con algo que pretende ser un repaso entre
nostálgico y mordaz de la azarosa historia de unas brumosas islas arrinconadas
en el Atlántico que durante siglos dominaron el mundo. Ha bautizado el
espectáculo como 'Isles of Wonder' (algo así como 'islas encantadas') y promete
ser tan original como delirante.
Londres necesita una puesta en escena que
ponga firme al mundo tras el rosario de pequeños deslices organizativos que
está cometiendo –un presupuesto cuadruplicado, el fiasco de la empresa de
seguridad contratada por la organización, la rotura de un cable en una pasarela
que podría haber causado una tragedia, el error de la bandera coreana, etc.– y
que le devuelva una credibilidad que va perdiendo cada día un poco más.
Muy bien tendrá que tirar de sus hilos el
mago Boyle para que la ceremonia no se convierta en una astracanada. ¿Cómo
conseguir que encajen sin rechinar elementos tan diversos como una bucólica
campiña inglesa salpicada de prados, animales de granja, molinos y cubierto de
nubes artificiales que producen lluvia real con mineros galeses, un pedazo de
'La Tempestad' de William Shakespeare, James Bond, Harry Potter, David Beckham,
la revolución industrial y el desarrollo urbano, una teleserie de éxito como
'Eastenders' (recordemos que el estadio olímpico de Stratford está en el East
End, una de las zonas más deprimidas de Londres), la influencia india en Gran Bretaña
y Paul McCartney, mientras suena un 'playlist' que incluye desde los Sex
Pistols a Muse pasando por Pink Floyd o Vangelis.
Boyle ha contado con un presupuesto de 27
millones de libras (34,5 millones de euros) y 10.000 voluntarios a su
disposición para dar rienda suelta a su imaginación. Y arrancará su discurso
con dos golpes de efecto: por un lado el tañido de una campana de 27 toneladas
forjada en la Fundición de Whitechapel, de 442 años de antigüedad, y por otro
una miniaventura del agente 007 filmada, gracias a un permiso excepcional, en
el Palacio de Buckingham, en la que a James Bond se le encarga que ponga en
marcha los Juegos Olímpicos y que concluye, según dicen, con su llegada al
estadio en paracaídas. A partir de aquí se desarrolla una historia que su
creador se ha visto obligado a recortar en media hora respecto al 'timing'
previsto porque los responsables temen que haya un monumental colapso en el
transporte al término de la ceremonia si se acumulan retrasos.
Con tanta gente implicada en un proyecto
de estas dimensiones resulta complicado mantener algo en secreto, especialmente
en un tiempo en que la tecnología permite fotografiar o filmar y colgar en
internet en cuestión de segundos. El propio Sebastian Coe, presidente del
Comité Organizador, pidió discreción y sugirió la puesta en marcha de un
'hashtag' en twitter (#savethesurprise) para salvaguardar algunas sorpresas de
la ceremonia, una iniciativa que tuvo bastante éxito.
Las mayores incógnitas son dos. La
primera, como casi siempre, es quién encenderá el pebetero, una batalla de egos
para la que suenan con fuerza los nombres del remero Steven Redgrave, cinco
oros olímpicos en cinco JJ.OO. distintos, y del decatleta Daley Thompson, oro
en Moscú'80 y Los Angeles'84. La segunda, y no menos importante, es dónde
demonios está el pebetero, porque en el estadio de Stratford no hay ni rastro
de nada que se le asemeje, una estrategia que ya adoptaron los Juegos de Atenas
en el 2004 y, en mayor medida, Pekín en 2008. Lo más parecido a un pebetero que
hay en los aledaños del estadio es la futurista Orbit Tower, pero varias voces
se han apresurado a desmentir que vaya a ser el hogar del fuego olímpico. Quizá
mientan.
Por último, es posible que aparezca el
invitado menos deseado pero más británico de todos: la lluvia. Tras dos días de
temperaturas mediterráneas, las previsiones anuncian el regreso del típico
cielo gris de las Islas.
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