“El sexo vende”
Entre la sutileza y la vulgaridad: cuando un discurso sexual se combina con un poco de ingenio en verdad pueden resultar memorables piezas publicitarias.
Tal vez el recurso más accesible y por lo mismo más sobre-explotado en la industria publicitaria sea el sexo. El antiguo refrán de “el sexo vende” ha probado, a lo largo de décadas, ser cierto. Pero más allá de pensar que si no se te ocurre nada creativo, dentro de una misión publicitaria, recurras al sexo (una silogismo innegablemente mediocre), tal vez lo que deberían de contemplar los publicistas, cuando se deciden a incorporar el sexo en su discurso publicitario, es hacerse una simple pregunta: ¿Qué sucedería si fusionamos el elemento sexual con una dosis de ingenio o creatividad? Para ello sería fundamental evitar los clásicos cliches y penetrar (literalmente) las entrañas del metalenguaje del sexo.
Tal vez el recurso más accesible y por lo mismo más sobre-explotado en la industria publicitaria sea el sexo. El antiguo refrán de “el sexo vende” ha probado, a lo largo de décadas, ser cierto. Pero más allá de pensar que si no se te ocurre nada creativo, dentro de una misión publicitaria, recurras al sexo (una silogismo innegablemente mediocre), tal vez lo que deberían de contemplar los publicistas, cuando se deciden a incorporar el sexo en su discurso publicitario, es hacerse una simple pregunta: ¿Qué sucedería si fusionamos el elemento sexual con una dosis de ingenio o creatividad? Para ello sería fundamental evitar los clásicos cliches y penetrar (literalmente) las entrañas del metalenguaje del sexo.
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